Georges Méliès nació en París en 1861. Sus padres eran dueños de una exitosa fábrica de zapatos, lo que permitió que George se criase, junto a sus hermanos Henri y Gastón, en una casa acomodada llena de libros y juguetes mecánicos, lo que despertó su imaginación y curiosidad desde temprana edad.
Desde pequeño insistió en estudiar Bellas Artes, pero sus padres le obligaron a formar parte del negocio familiar. Sin embargo, tiempo después de realizar tres años de servicio militar y descubrir los maravillosos espectáculos teatrales de Londres, la idea de estudiar Bellas Artes se hizo aún más fuerte en su interior; tanto fue su interés en las artes escénicas que terminó desobedeciendo su padre, viéndose obligado pagarse por sí mismo su propia educación.
En 1888, después incluso de haber renegado del matrimonio que sus padres le habían concertado, George heredó el negocio familiar junto a sus hermanos. Le vendió su parte a sus hermanos ganando el dinero suficiente para comprar el teatro Robert-Houdin. Comenzó a trabajar como mago y productor de espectáculos, creando él mismo los decorados y las maquinarias necesarias para llevar al escenario puestas en escena nunca antes vistas.
En 1895, los hermanos Lumière presentaron su invento: el Cinematógrafo, era la primera cámara que podía grabar y proyectar películas. La proyección fue en el sótano del Gran Café de París, y apenas 35 personas tuvieron la oportunidad de asistir al maravilloso evento, donde por primera vez se exhibió, entre otras, la famosa escena llamada: “La llegada del tren”. Méliès fue uno de los espectadores, y quedó asombrado por aquella nueva tecnología. En ese momento, ya tenía 34 años, pero decidió dejar su carrera en el mundo del espectáculo para enfocarse en el cine.
En 1896, Méliès compró un cinematógrafo y comenzó a filmar sus propias películas. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que el cine no era solo una forma de registrar la realidad, sino una forma de crear una realidad propia. En 1897, construyó el primer estudio de filmación de Europa, y comenzó a experimentar con técnicas de efectos especiales, como el uso de fondos pintados y la superposición de imágenes, para crear ilusiones mágicas en la pantalla.
Méliès no solo fue un genio creativo, también fue un innovador técnico. Él fue el primero en utilizar trucajes de montaje, como la superposición de imágenes, la utilización de maquetas en miniatura, fundidos, encadenados, la exposición múltiple, la disolución de imágenes y la pantalla dividida. Lo más destacado fue su habilidad para usar estos recursos para duplicar o hacer aparecer y desaparecer objetos y actores en la imagen, creando aquella ilusión mágica que tanto había perseguido en el escenario.
Méliès también fue uno de los primeros en utilizar la técnica de la coloración manual en las películas, lo que le permitió crear efectos aún más sorprendentes.
Méliès fue uno de los primeros cineastas en contar historias en el cine (en aquella época las películas eran normalmente grabaciones de escenas de la vida real). Fue uno de los primeros en ver el potencial del cine como medio de entretenimiento y se convirtió en un pionero de la industria. Pronto descubrió que podía crear mundos enteros en la pantalla y que el cine le permitía hacer realidad cualquier cosa que imaginara.
Sus películas se caracterizan por la inclusión de elementos fantásticos y su imaginación sin límites, lo que le valió el sobrenombre de “Mago del cine”. Entre sus obras más famosas se encuentran: “El hombre orquesta” (1900), “El hombre de la cabeza de goma” (1901) y “Viaje a través de lo imposible” (1904).
Sin embargo, el trabajo más importante de Georges Méliès fue la película “Viaje a la Luna”, que se estrenó en 1902. Esta película fue una de las primeras en utilizar efectos especiales en el cine y es considerada una obra maestra del cine de ciencia ficción.
La película fue un gran éxito y consolidó la reputación de Méliès como uno de los cineastas más innovadores de su tiempo. A lo largo de su carrera, hizo más de 500 películas, muchas de las cuales eran de género fantástico. Sus películas eran muy populares en Francia y en todo el mundo, y fueron muy influyentes en la forma en que se hacía cine en esa época.
A pesar de su gran éxito en sus primeros años de carrera, Méliès sufrió un declive económico a partir de 1913, debido al coste de realizar sus películas, a la competencia de los estudios de Hollywood, y al cambio de gustos del público.
En 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, Méliès quedó completamente en bancarrota. Destruyó sus escenarios, disfraces y material de filmación, y en cuanto a sus películas, al estar impresas en celuloide compuesto de nitrato de plata, las vendió a una fábrica que destruyó todas las imágenes impresas para obtener el nitrato de plata del celuloide original (por suerte, cines y cinéfilos conservaban copias de dichas películas). Las desgracias no terminaron en ese momento, en los años posteriores su mujer murió, y tiempo después de aquel nuevo golpe, Méliès se casó con una actriz que había aparecido en sus películas, y juntos abrieron una pequeña tienda de juguetes en la estación de tren de Montparnasse.
El legado de Méliès es incalculable. Sus innovaciones técnicas y creativas fueron fundamentales para el desarrollo del cine como medio artístico. Su imaginación y su magia siguen siendo una inspiración para los cineastas de hoy en día. Por ello, podemos afirmar que Georges Méliès fue el verdadero genio del cine fantástico.